25 de febrero de 2011

Yo vivo bailando, ¡EH!

Autobiografia para la asignatura Pedagogia de la danza.

En el momento en el que se nos propuso hacer una autobiografía narrando nuestras experiencias en el mundo de la danza creo que todas nos preguntamos lo inevitable: ¿Por qué comenzaría yo a bailar?

Y en muchos casos todas recordaríamos alguna historia que nos han contado sobre nuestros comienzos, o lo tipico que a lo mejor nuestros padres contaban en alguna reunión familiar al hablar de lo guapas que estábamos en la última actuación… El caso es que todas teníamos alguna ligera idea de cómo y dónde comenzamos a bailar. A esto le he querido sacar un significado y es que tras toda una vida viviendo para bailar hemos dado gracias en muchos momentos por comenzar en este arte y nos hemos preguntado por qué empezamos, es decir, hemos comprobado que habiendo vivido para bailar…hemos llegado a bailar para vivir.

Pero al tema, que como ya saben las que más me conocen siempre me voy hacia lo filosófico. El caso es que para explicar mis comienzos en la danza mi madre ya tiene las frases típicas que se quedan grabadas en la mente de un hijo: “La niña era tan follonera que había que buscar algo para que se cansase y durmiese el máximo tiempo posible”. Así que, ¿para qué decir más?. Lo que fue para mi una gran puerta que me condujo hacia el mundo de la danza para mi madre no fue más que un gran alivio.

Esta puerta se abrió en la academia de Maite y Maima Egea, donde durante dos años y medio aproximadamente con tan solo 4 años comencé a tomar clases de clásico y español. No sabría decir qué me gustaba más por aquel entonces porque tan solo recuerdo que lo que más deseaba era salir en el baile de final de curso que estaban montando sobre Mulan, era mi película favorita. Digamos que tan solo pensaba en el momento de salir a bailar al escenario.

Tras ese primer año y medio, mi madre comenzó a trabajar en otra zona de la ciudad y le resultaba imposible llevarme a la academia; por lo que, tras poner de los nervios a mi abuela durante las tardes que me cuidaba, mi madre decidió nuevamente apuntarme a otra academia de baile que estaba cerca de su trabajo. En la Escuela de Danza Florida con Loli Palacios estuve hasta los once años. Tengo muy buenos recuerdos, entre otros, como ya dijo otra compañera, el de ser la más bajita de la clase al ir con compañeras mayores y salir en los bailes siempre delante. Al margen de eso creo que aquella academia me dio la disciplina necesaria no solo para la practica de la danza sino para la vida en general, ya que la rutina que desde pequeña he mantenido tal vez me haya ayudado muchas veces a sacar adelante los momentos más estresantes en los que algo con más edad se juntaban épocas de exámenes con tardes llenas de clases de danza.

Volviendo nuevamente al tema, a los once años informándome con la ayuda de mi madre decidí hacer las pruebas para el conservatorio. Lo hice aunque no contaba con el apoyo de las profesoras de mi academia, ya que se limitaban a decirme que en el conservatorio no había nivel suficiente y que siguiese allí dando clases. Supongo que mi madre se informaría bien y decidiría que era la mejor opción, cosa que le agradeceré toda la vida.

En el conservatorio comencé en tercero de grado elemental. Recuerdo el día que entré por la puerta y vi a todas las nenas vestidas igual, con el maillot del mismo color y sentadas en el suelo, y yo allí, con mi maillot azul estridente. Pronto dejé de desencajar en aquel cuadro, y no solo porque en seguida tuve que comprarme el uniforme sino porque en muy pocos días conocí a las que serian mis compañeras y futuras amigas. Fueron días complicados ya que siempre cuesta acostumbrarse a la distinta dinámica de las clases pero cada vez a medida que pasaba el tiempo me iba gustando más el conservatorio, los distintos profesores, las distintas asignaturas…etc.

Por hacer hincapié un poco en el momento que para todas fue muy decisivo, estoy hablando de la prueba a G.M., diré que mi decisión estaba muy clara, ya desde la segunda academia lo que más me gustaba era el español. Recuerdo con mucho cariño la última tarde de cuarto de grado elemental en la que nos dieron las notas y estuvimos todas las compañeras en la clase como mínimo dos horas dedicándonos cosas. Tengo una caja guardada en mi altillo, la única que ha sobrevivido a las mudanzas, en la que guardo las cintas del pelo que llevábamos en una actuación dedicadas por muchas de mis compañeras de aquel curso, o una tarjeta de Emilio Morales que por casualidad llevaba en la cartera y otra compañera me firmó…en definitiva fueron simplemente unas horas que dedicamos a dejar constancia en cosas materiales de todos los sentimientos que unas habíamos provocado en otras.
Los años del grado medio, a decir verdad, se me “han pasado volando”. Es increíble que tengo millones de anécdotas que contar pero ha sido algo tan bonito que ahora que llega el final parece que ha durado dos días. La verdad es que haciendo memoria de todas las actuaciones, cursos y clases siempre acabo pensando en ellas. Ellas son mis compañeras y no solo las que hoy están aquí sino las que quedaron atrás. Y es que podría estar hablando de muchos profesores y personas importantes que por supuesto han contribuido a mi formación pero sin embargo cada vez que visualizo una clase de hace varios cursos sólo me vienen a la mente mis compañeras, o mejor dicho, mis amigas.

Tal vez mi momento más crítico si así se puede decir fue el año pasado, o mejor dicho, el verano de entre los cursos 4º y 5º. Por aquel entonces estaba cursando primero de bachiller y al terminar el curso me enfrentaba a un grave conflicto. Debía cambiarme de instituto a hacer el bachillerato nocturno para poder seguir en 5º ya que el horario era de mañana. Sinceramente ahora lo veo una decisión muy fácil de tomar, pero por aquel entonces tan solo hacia que analizar los pros y los contras. Hasta que un día me dí cuenta de que sin ellas una clase de danza perdería mucho de su sentido y que no quería quedarme un curso por detrás. Sabía que no las iba a perder como amigas, pero quería vivir un sexto curso con mis amigas, eso sí que no me lo podía perder.

A día de hoy sé que ha sido la mejor decisión que he tomado en mucho tiempo. Este sexto curso aunque estoy en una situación difícil ya que no sé si podré hacer ampliación de matrícula o no, lo estoy llevando con muchas ganas y aunque tampoco tengo muy claro lo que hacer el año que viene sé que mi relación con la danza no acaba aquí.

Y así para concluir de algún modo quería dar las gracias a todas las amigas que logran que cada ejercicio complicado sea un motivo de risa, que cada final agotador de una clase se transforme en una charla muy divertida y sobre todo que cada sensación encima del escenario se multiplique por mil al estar compartiéndolo con ellas.

Simplemente decíos que todas tenéis un sueño, muy bonito, por el que debéis vivir para expresarlo y sobre todo, bailar para cumplirlo.

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