Ella

Perseverancia que culmina en placer. Pero no sólo en placer, sino que ese esfuerzo también consigue belleza. Armonía que consigue sentimientos que nada ni nadie parecido te puede obsequiar.

Una vez nos llegaron a decir que podía equipararse a un orgasmo. Por aquel entonces nuestra vida sexual posiblemente era muy reducida. Sin embargo hoy ya comenzamos a sentirlo, y no sé si es esa la sensación. Me atrevo a decir que es incluso mayor, superior, preferible, destacado y sobresaliente. Calor y frío. Miradas atentas, esperando que tu cuerpo realice formas que sorprendan y animen. Pero también almas que consiguen entender, palpitar y comprender lo que tú estás sintiendo ahí arriba. Flores y encajes, tacones y castañuelas que logran un compendio, bien animoso o bien solemne, que acompaña de una manera ligera a la desmedida expresión. Tan solo salir de las calles del escenario, sentir la calidez de los focos y comenzar a experimentar es lo que vale.

Está bien, son pasos, coreografías y ejercicios pero eso llega a una máxima perfección solamente cuando los comprendes. Se han de comprender sí, movimientos encadenados no sólo se memorizan sino que se sienten. Resulta sorprendente cuando lo descubres y eres capaz de salir a un escenario a disfrutar. Es disfrutar con que te vean, dicen muchos. Es evidente que sin el público dejaría de tener mucho sentido, pero es una extraña sensación que te estremece cuando estas en un escenario.

El escenario y la danza nos permite al amarla vivir la estancia en una especie de lugar celestial, trascendental, donde nada físico tiene sentido, sino más bien tu mente y sobre todo, tu corazón mandan.